Javier Ruiz Nochebuena
Durante mi reciente viaje a Estados Unidos, surgieron profundas reflexiones sobre los retos y riesgos asociados a la incapacidad de anticipar el futuro. En una charla impartida por Stephen Ezell, Vicepresidente de Política Global de Información en la Information Technology & Innovation Foundation (ITIF), un prestigioso think tank no partidista, enfocado en promover políticas públicas para impulsar la innovación tecnológica y la productividad a nivel internacional situado en Washington, Ezell destacó cómo la falta de acción oportuna en materia de innovación ha llevado a grandes corporaciones al estancamiento y, en numerosos casos, a su desaparición.
A lo largo de la historia empresarial es interesante ver a gigantes como IBM, quien no conservó un sistema operativo o a Western Union, que desestimó el potencial del teléfono o Kodak, que ignoró la fotografía digital, enfrentar al mismo destino: perder su liderazgo por falta de adaptación. Estas empresas, que en su momento parecían invencibles, no lograron responder a las transformaciones del mercado ni capitalizar las oportunidades tecnológicas. ¿Por qué, con todos sus recursos y poder, fallaron en innovar lo suficiente?
Una de las principales razones radica en la resistencia al cambio. Las grandes organizaciones suelen proteger sus modelos actuales, evitando riesgos que puedan alterar su funcionamiento. Western Union, por ejemplo, desestimó el teléfono porque su negocio de telegramas era rentable, abriendo la puerta para que Bell Telephone revolucionara las telecomunicaciones. Kodak, conociendo el potencial de la fotografía digital desde 1975, decidió ignorarla para proteger su lucrativo negocio de películas fotográficas. Este error estratégico condujo a su declive, ilustrando la llamada “Paradoja de la Innovación”: en 1999, generó ingresos por 16 mil millones de dólares, pero para 2012 estaba en bancarrota.
Otro factor es la falta de visión para anticipar el futuro. Innovar no solo requiere identificar tendencias emergentes, sino también la audacia de actuar sobre ellas. IBM, por ejemplo, subestimó el sistema operativo, permitiendo que Microsoft dominara ese mercado. Netscape, pionero en navegadores web, no incursionó en motores de búsqueda, dejando el camino libre para que Google tomara el liderazgo digital. Estos casos reflejan cómo la falta de decisión estratégica puede ser tan perjudicial como la inacción.
Además, la burocracia interna y el temor a canibalizar el negocio existente representan barreras significativas. Sears, una vez el rey del comercio minorista, no se adaptó al modelo eficiente de bajo costo de Walmart. AT&T, por su parte, no desarrolló AOL, prefiriendo mantener su modelo de telecomunicaciones tradicional. Estas empresas fallaron no solo en innovar, sino también en reconocer que los mercados estaban cambiando más rápido de lo que podían responder.
La falta de innovación también puede ser producto de una visión corta, como la expresada por Charles H. Duell en 1900: “Todo lo que se puede inventar ya ha sido inventado”. Este tipo de pensamiento limita el progreso y lleva a muchas empresas a creer que no hay necesidad de explorar nuevas posibilidades, dejándolas vulnerables ante competidores más ágiles. En contraste, empresas como Amazon, Tesla y PayPal han demostrado que el éxito no solo proviene de crear valor, sino también de capturarlo mediante modelos sostenibles e innovadores.
El caso de Kodak es particularmente revelador: demuestra que no basta con tener conocimiento y recursos; es esencial actuar a tiempo. La Paradoja de la Innovación no solo afecta a las grandes corporaciones, sino que también sirve como una advertencia para cualquier organización que dependa de su éxito pasado.
En palabras de Andy Grove, fundador de Intel: “Solo los paranoicos sobreviven.” Las empresas deben adoptar una mentalidad que valore la disrupción como una oportunidad, no como una amenaza. Innovar no solo significa adaptarse al cambio, sino liderarlo, cuestionando constantemente los paradigmas establecidos.
En última instancia, la charla de Ezell y los casos analizados subrayan que la falta de innovación no se debe a la incapacidad, sino a la falta de voluntad para cambiar. Solo aquellas organizaciones que combinen visión, audacia y acción estratégica podrán evitar convertirse en un ejemplo más de lo que pudo haber sido.