El Pulso de la Industria / El corazón del auto eléctrico: la batería

Por: Thomas Karig

La vez pasada hablábamos de los retos que enfrenta el auto eléctrico y cómo los países pueden incentivar (o desincentivar) su uso. Uno de los principales factores que ha inhibido la venta de los autos eléctricos hasta la fecha ha sido el alto costo de las baterías, que representa el 35 a 45% del costo del auto y por supuesto se refleja en el precio. Pero las legislaciones de algunos países, principalmente China, Japón y la Unión Europea, obligarán a los consumidores a la compra de un auto eléctrico si quieren seguir disfrutando de la movilidad individual. La creciente demanda obligará a las empresas automotrices a reducir los costos a niveles que les permita obtener utilidades en la venta de autos eléctricos, lo cual hoy en día difícilmente se da.

El enfoque entonces debe estar en la fabricación de las baterías. Técnicamente, la batería de un auto eléctrico funciona en forma similar a la de un celular, bajo el principio llamado “iones de litio”. Se ensamblan decenas de baterías individuales, del tamaño de un libro delgado, para conformar los módulos que finalmente se integran en los autos. Este módulo almacena una cantidad de energía que cubriría el consumo de una casa por varios días, y la entrega con una tensión de hasta 400 Volts. Las baterías pueden sumar un peso total de 300 kg a un auto.

La estrategia para la manufactura de las baterías se enfoca en dos aspectos: dónde se producen, y cómo asegurar la disponibilidad de materias primas. En 2017, 97% de la fabricación mundial se hacía en China, Japón y Corea. Pero si partimos de la base de que tan solo en Europa en 2040 un 70% de los autos podrían ser eléctricos, eso requiere aumentar la capacidad varias decenas de veces. Para cubrir la demanda en Europa habrá que invertir 150 mil millones de Dólares en nuevas fábricas de baterías, y por el momento la única armadora que ha anunciado que lo va a hacer es Volkswagen con 1 mil millones. Si la industria europea no se mueve rápido, y los gobiernos no apoyan estas inversiones, se podría generar un cuello de botella que inhibiría el crecimiento planeado de la industria para este tipo de vehículos.

El otro aspecto de las baterías que implica riesgos es la disponibilidad de los metales Litio y Cobalto, que forman la base del almacenamiento de la energía eléctrica. Cada auto requiere de aproximadamente 7 kg de Litio y hasta 12 kg de Cobalto, integrados en las llamadas pacas de baterías. El 85% del Litio del mundo se produce en Chile, Australia y China, y se espera que su demanda crezca 3 veces hasta 2025. Aunque las reservas conocidas parecen ser abundantes, si se requieren importantes inversiones para poder responder a esta demanda.

El caso del Cobalto es un poco diferente: un 65% de la producción mundial viene de la de República Democrática del Congo, no precisamente conocida por su estabilidad política o su observación de los derechos laborales. Y el aumento de la demanda del mineral por lo menos al doble, tendrá que venir precisamente de ese país aumentando aún más su posición dominante. China, que no tiene reservas propias, ya está invirtiendo fuertemente en operaciones mineras en ese país africano.

Claro que la industria conoce estos riesgos, y sus laboratorios están trabajando arduamente en versiones de baterías que requieren menos Cobalto, además de ser más livianas, seguras y económicas. Algo que podría convertirse en una nueva oportunidad de negocio es el reciclaje de baterías desechadas para recuperar estos metales, o darles otro uso a las baterías por ejemplo en las casas para almacenar la energía eléctrica generada por celdas solares.

La carrera por dominar el nuevo mercado de las baterías automotrices apenas ha comenzado.

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