Por: Thomas Karig
La semana pasada inició en Frankfurt el Salón Internacional del Automóvil, el cual desde hace 120 años es el escaparate de la industria más importante de Alemania. La estrella indiscutible de este show fue el auto eléctrico ID3 de Volkswagen, con el que la marca alemana inicia una nueva etapa en su historia. El ID3 es el primer Volkswagen basado en la nueva plataforma eléctrica MEB, sobre la cual en los próximos años veremos una gran variedad de nuevos modelos eléctricos del Grupo Volkswagen.
Tan importante es este estreno, que Volkswagen lo acompañó con un rediseño de su logo y de su imagen corporativa. Si la estrategia de Volkswagen funciona, lo cual por supuesto todos le deseamos, el ID3 se convertirá en el nuevo ícono de la marca, jugando un papel tan representativo como lo fueron en su momento el Vochito y el Golf.
Y el nuevo auto tiene todas las características para que esto se haga realidad en los próximos años. Aparte de un diseño atractivo, moderno y claro, su contenido tecnológico y una autonomía de hasta 550 km van a marcar un nuevo estándar en la industria. Es una apuesta muy audaz de Volkswagen que responde no solo a la crisis de los motores a diésel, sino también a un entorno social cada vez más crítico del automóvil, sobre todo en Europa.
Lo vivido este año en el auto show de Frankfurt refleja precisamente este nuevo ambiente, en el que la industria automotriz, lejos de presumir sus nuevos diseños y avances en confort y potencia, se tienen que justificar ante grupos ambientalistas muy vocales por ser los causantes de la contaminación del aire en las ciudades, del caos vial, y hasta del cambio climático.
Ya desde algunos años las marcas automotrices empezaron a cuestionar el beneficio de las multimillonarias inversiones que tienen que hacer para estar presentes en los auto shows de Detroit, Ginebra, Frankfurt y Paris, Tokio, Shanghai, etc.
Stand de Volkswagen en el auto show de Frankfurt
El hecho es que en Frankfurt las marcas alemanas ya se quedaron solas. Ni Fiat, ni Renault, ni Peugeot expusieron sus productos, y el único asiático con una presencia relevante fue Hyundai. Es posible que hayamos visto el último auto show de Frankfurt. El tema ya está causando polémica, hasta el punto de que el director de la asociación de fabricantes automotrices de Alemania renunció el día después de haber inaugurado el auto show que él mismo organizó. Seguramente, las marcas invertirán sus recursos en eventos propios, dedicados a sus productos, y con énfasis en las redes sociales y la tecnología de la información.
En Europa, y sobre todo en Alemania, la crítica a la industria automotriz se enfoca sobre todo en lo que se percibe como una contradicción. Por un lado se presentan los nuevos autos eléctricos, que siguen siendo relativamente caros y no son precisamente un éxito comercial. Por el otro, los clientes demandan cada vez más las SUV con motor de gasolina o diesel, que tienen la imagen de ser no solo menos eficientes, sino también más peligrosos para ciclistas y peatones, sobre todo en las ciudades.
De forma irónica se habla de los “todo terreno urbanos” como para enfatizar lo contradictorio del uso de ese tipo de vehículos en las ciudades europeas que padecen de calles estrechas y falta de estacionamiento. Un lamentable accidente ocasionado por un SUV en Berlin que atropelló a 4 peatones fue la gota que derramó el vaso.
Queda claro que la industria automotriz se tiene que reinventar, y más que presumir sus productos, tiene que responder a los reclamos sociales de una movilidad sostenible. Lo que también queda claro es que las soluciones no van a venir de los políticos, que se sienten rebasados por el conflicto entre la movilidad individual a la que el ciudadano aspira y los problemas que esto mismo ocasiona. La industria tiene que proponer las soluciones que convenzan tanto a los ciudadanos con necesidades de movilidad como a los ciudadanos preocupados por el futuro de las ciudades y del planeta.
Total, unos y otros, tarde o temprano, van a ser los mismos.
